Relatos diferentes de Caperucita Roja

 5 versiones diferentes



No había una ves...
Ni dos ni tres, ni cien ni mil...
Son incontables los cuentos populares que han sido relatados y reescritos de diversas maneras y en distintas épocas.
Eso paso con Caperucita Roja. A partir de una historia de una niña que se encuentra en el bosque con un ser maligno y seductor, se trajeron múltiples versiones, algunas sangrientas y otras mas simbólicas o moralizadoras.
Este Post recoge  textos surgidos en la tradición oral europea; en ellos descubrirás las distintas pieles que encarno la jovencita de rojo en su tránsito hacia la fatalidad.

El Cuento de la Abuela (relato francés)

Había una vez una niña a quien su madre le dijo que llevara una hogaza de pan y una botella de leche a su abuela. la Joven partió, y en el bosque, al llegar a una encrucijada, se topó con un bzou (Hombre-Lobo), quien le pregunto a dónde iba.

—Llevo pan y leche a casa de mi abuelita.
—¿Tomarás el camino de las agujas o de los espinos? —inquirió el lobo.
—El camino de los espinos —repuso ella.

La niña se distrajo en los espinales, mientras que el lobo tomó el camino de las agujas y llegó primero. Apenas entró a la casa de la abuela, la mató salvajemente y puso un poco de su carne en un plato y una botella de su sangre sobre el estante. Después se vistió con los despojos y esperó acostado en la cama. La niña llegó al rato y tocó.

—Empuja, hijita —le dijo el fiero —,la puerta está cerrada con paja mojada.
—Buenos días, abuelita, ¿Cómo estás? Te traje pan caliente y leche fresca.
—Gracias, mi niña. ahí tienes carne y vino en la alacena.

La joven obedeció y comió lo que se le ofrecía. Mientras lo hacia, un gato que estaba por ahí exclamó:

—¡Qué asco! ¡Está comiendo la carne y bebiendo la sangre de su abuela!

El lobo tapado, desde la cama y tapado con unas cobijas, se apresuro a decir:

—Mi niña, desvístete pronto y ven a la cama conmigo.
—¿Y dónde pongo mi delantal? —Preguntó la jovencita.
—Tíralo al fuego, mi hija, pues nunca más lo necesitarás.

Y cada vez que la niña le preguntaba dónde debia dejar sus demas prendas (El corpiño, la falda, las engauas y las medias largas), el lobo rápidamente contestaba:

—Tíralas al fuego; nunca mas las necesitarás.

Cuando la niña obedeció todas las indicaciones y se metio a la cama sin ninguna de sus prendas, exclamó:

—Ay, abuela, ¿por qué tienes los hombros tan anchos?
—Para cargar mejor la leña para el fuego, mi hijita.
—Ay, abuela, ¿por qué tienes las manos tan grandes?
—Para agarrar mejor las cosas, mi hijita. 
—Ay, abuela, ¿por qué tienes las uñas tan largas y filudas?
—Para rascarme mejor, mi hijita.
—Ay, abuela, ¿Por qué tienes las orejas tan grandes?
—Para escuchar mejor, mi hijita.
—Ay, abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
—Para comerte mejor, mi hijita.

Y el lobo se la comió. Fin

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